Todos hemos llegado a casa algún día con la energía y el ánimo por los suelos.
Todos nos hemos planteado si lo hemos hecho bien, si le dimos la respuesta oportuna a nuestro paciente.
Nadie nos enseña a ser enfermeros. A pesar de asignaturas que intentan prepararnos, ¿realmente lo estamos para enfrentarnos al día a día de un hospital, un centro de salud, un centro sanitario, etc.?
Diagnósticos complicados, estrés, ansiedad, preocupación. Nuestros pacientes sufren. ¿Sabemos ayudarles siempre sin que nos afecte a nosotros?
En la mayoría de los casos, cuando alguien se encuentra en un centro sanitario, suele ser uno de los peores momentos de su vida. ¿Estamos a la altura?
A veces no podemos más, estamos agotados, o incluso, quemados. No sabemos cómo hacerlo, cómo responder a esa frase lapidaria. Quizás, nos hemos protegido. Hemos puesto una barrera gigante delante de nosotros para que nada nos afecte, una coraza.
Evitar esa conversación con un paciente que se encuentra muy enfermo o deprimido. Intentar conversar lo mínimo con una familia muy preocupada o ansiosa. No preguntar por su estado anímico por miedo a la contestación. Muchos no estamos preparados para todo lo malo que nos rodea, que es mucho.
Ser enfermero o sanitario no es nada fácil. Nos encanta ayudar, pero muchas veces no sabemos cómo hacerlo. Nos rodea tanta enfermedad y preocupación que solemos compensarlo alegrando nuestro uniforme con cosas bonitas, llenando nuestra vida de color y alegría. Lo necesitamos.
No queramos ser robots, porque la verdadera diferencia está en ser persona y tener la habilidad de ayudar psicológicamente en un momento de revés.
Yo jamás me imaginé TODO lo que conllevaba ser enfermera, y cuando salí de la carrera no me sentía capaz de AYUDAR con todas las letras, holísticamente. Aún sigo intentando aprender, pero cuesta. Ayudar, y que no te afecte, es una ardua tarea que tenemos pendiente.
A esto se le suma nuestro enfado por la situación laboral actual, nuestra decepción con muchas ideas que teníamos para nuestra carrera profesional. Es un cóctel molotov que perjudica al que menos lo merece, el paciente.
Creo que se deberían reforzar las habilidades psicosociales y psicológicas de la profesión sanitaria al completo. Por parte de universidades y de centros sanitarios. Nunca deberíamos dejar de aprender sobre ello, de practicar. Porque la práctica es la salida. Es la única forma de sanar no sólo cuerpos, sino almas.
Todos somos personas, y una mano amiga también nos vino muy bien a nosotros cuando la necesitamos. Y, además, contar siempre con un equipo de psicólogos en los centros para ayudar en los casos más complicados.
Tenemos algo que ningún robot puede imitar, lo que es mucho en estos tiempos de cambios tecnológicos, tenemos la capacidad de empatizar y verdaderamente, AYUDAR.
Ayudemos, ayudémonos.