“Pasajeros del vuelo UX 9052 con destino a Madrid, embarquen
por la puerta número 6”.
Miro por las grandes cristaleras del aeropuerto de Tenerife
Norte y veo las montañas. Me despido mentalmente hasta la próxima del cielo
azul brillante (parece que Los Rodeos se despide de mí hoy mostrándome su mejor
cara y no hay ni rastro de niebla).
Respiro, tomo aire, lo siento pero Tenerife huele diferente.
Huele a mar. Huele a monte. Huele a arena negra y a las croquetas de jamón de
mi madre, esas que siempre que vengo, me hace con todo el cariño del mundo. Y
si sobran, “¡pal’ avión!”.
Saco mi móvil y escribo a mi madre: “Embarcando”.
Vibra el móvil: “Buen viaje. Avisa cuando llegues” –
Contesta ella seguido de miles de emoticonos de madre de besos, corazones y
bailaoras de flamenco. Yo sé que en el fondo ella no quiere que me vaya, una
vez más.
Vivir fuera, a ratos, apesta.
Sentada en el avión saco a mi más fiel amigo, el que va
conmigo allá a donde vaya, aunque sea de vacaciones, mi portátil. Pienso en la
vuelta a Madrid. Allí me espera mi tercer piso de alquiler en dos años y medio.
Odio las mudanzas. Odio los alquileres y sus contratos con cláusulas abusivas.
Allí me esperan todas mis cosas aún metidas en cajas. ¡Vaya pereza, yo me
vuelvo a mi isla!
Pienso en todo lo bueno que me ha dado Madrid estos años, y
en lo mejor, Enfermera en apuros. Vosotros.
Vale, en Madrid no hay playa ¡vaya, vaya!, pero está mi
trabajo. A muchos os pasará, la enfermería esta revuelta. Ya no trabajamos
donde queremos, sino donde podemos (o nos dejan).
Vivir fuera, lejos de tu casa, de tu familia, tus amigos y
tus sitios de siempre a veces es duro. No siempre lo pasas bien y no siempre
tienes comida en la nevera.
Hoy pido Telepizza. Aún la nevera de mi nuevo piso no
funciona. ¡Vaya, a la mierda el intento de dieta!
Me encanta lo que hago a pesar de las 1.000 horas semanales
que le echamos al proyecto. Sé que estoy haciendo lo correcto, pero hoy quiero
confesarte (como la Pantoja), que a veces saldría corriendo. Todos los que
vivimos fuera de casa por motivos laborales hemos sentido esto alguna vez.
Sobre todo cuando abres el Facebook y ves a tus amigos de farra, en los mismo
sitios de siempre, viviendo muy “agustote” como decimos en canarias.
Hoy quiero contaros esto, que casi siempre, tomar las
decisiones más difíciles, coger el camino más complicado, el más duro y
solitario, tiene recompensa. Yo la tengo todos los días cuando me mandáis
emails bonitos, cuando veo vuestras fotos en Instagram con los productos
apurados o cuando veo un libro ilustrado sobre la enfermería en las tiendas y
librerías de todos los rincones de España.
Ánimo a todos, pero en especial a los que cogemos caminos
difíciles. A los que trabajáis en el extranjero, a los que estudiáis el EIR, a
los opositores, a los investigadores, a los docentes, a los asistenciales
puteados. A todos. Ánimo. La enfermería está revuelta, pero nosotros podemos
con esto y más, podemos cambiarlo. ¡Vamos a por ello!
Yo hoy cenaré pizza, porque no tengo la nevera enchufada
aún, pero me la cenaré contenta. Estoy consiguiendo cosas maravillosas y todo
gracias a vosotros. Volveré a Tenerife, y espero que para quedarme, pero ahora
no puedo. Hay que seguir trabajando, apurado. Os quiero. A todos.
Nunca he escrito nada tan personal como este post, pero creo
que el momento ha llegado y necesitaba abrirme a vosotros y contaros un poco
más sobre algo que os pasará a muchos de vosotros, los que tenéis que vivir
lejos de casa.
Los vuelos no me sientan bien, desvarío.
Adiós 24 grados, hola 35 grados.
Besos apurados.
Ana Polegre.
Ohhhhh.!!!...QUE BONITOOOO!!!!
ResponderEliminarEnhorabuena por el post. Una entrada genial y personal. Comparto lo de vivir lejos pero también lo de que merece la pena.
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